domingo, 26 de octubre de 2008

Ardeal



Brasov (RO), 07:45 AM. Un día precioso. Al despertarme, miro por la ventana de mi habitación, situada en la planta nº13. El Central Park tiene un aspecto radiante, generoso de colores, intenso en luminosidad. Verdaderamente una mañana de esas que uno siente placer de levantarse de la cama y exprimir el día.
Después de desayunar, empieza el día. De momento solo tengo prevista una reunión por la mañana, el resto es a partir de las 15:30 PM. O sea, que supongo que tendré un rato para perderme en la ciudadela medieval.


Al salir del Hotel, por la Mureseilor, andando tranquilamente hasta llegar de nuevo a la Plaza del Consejo. Que diferente se ve la Iglesia Negra respecto ayer por la noche. Aunque es mucho más bonita, pierde la magia de la noche. Una furgoneta blanca se ha parado en un extremo de la plaza. Tiene las dos puertas de atrás abiertas de par en par, y dos chicos, alrededor de la veintena, descargan cajas de suministro para la cocina del Cerbul Carpatin, un restaurante típico, con un comedor larguísimo en el interior, y una terraza en la propia plaza. Me tomo un café, y sigo por Republicii, en el sentido inverso al de ayer noche.



Un poco más arriba, junto al quiosco, está la oficina de la "Banca Transilvania". Lleno de tópicos, uno está a punto de entrar a pedir una transfusión, digo una transferencia, aunque me temo que igual tengo que firmar los comprobantes con sangre.
Esto de los tópicos, por aquí no sienta demasiado bien. De hecho, hay un sentimiento contradictorio respecto al personaje creado por Bram Stokker, y toda la saga vampírica que de él se derivó. Por un lado, se percibe como una fuente de ingresos, un atractivo para los turistas. Por el otro, se ve como un desconocimiento total de las tradiciones y leyendas locales, en las que no hay ni rastro de vampiro alguno.





Mientras reflexiono sobre eso, voy deambulando por calles y callejuelas, hasta desembocar delante del mercado central de frutas y verduras, otro ejemplo vivo de cultura popular. Varias paradas de flores me recuerdan que el día de todos los santos está a la vuelta de la esquina.




Después de algún intento infructuoso de conversar con los paradistas, en medio de los comentarios en voz alta del personal, compro finalmente un poco de uva y regreso hasta mi hotel, cruzando de nuevo el Theater market y tomando el lateral de la Eroilor Av.




24 de Octubre. Se acabó lo que se daba. Hoy es día de regreso a Bucuresti. Por la Nacional 1, antes de entrar en Azuga, me detengo en unas paradas de artesanía, al lado de la carretera. ¡Menuda sorpresa!. Aparte de algunos artículos de madera y cerámica, iconos pintados y juegos de ajedrez, hay muchos "gadgets", de plástico, de hojalata...que estan fabricados en......¡China!!!!. Al final, me quedo con dos pequeñas piezas. Estoy un poco decepcionado. En una de las paradas, he descubierto una caja llena de unas curiosas alpargatas de esparto, con forma de pantufa o de zueco, incluso con la punta ligeramente hasta arriba. El problema es que solo alcanza hasta el nº43 (10 en talla US). O sea, que nada, sin alpargatas.




Una vez atravesados los Cárpatos, de nuevo en Prahova, vamos adelantando de vez en cuando, los tradicionales carros tirados por un caballo o mula. En el sur cada vez son más escasos, aunque me han contado que de Mures para el norte, son todavía el vehículo más frecuente en las áreas rurales, incluso más que los rudimentarios camiones.


Buftea es la última parada antes de Bucarest. Es el momento de buscar un restaurante que se vea transitado: da lo mismo Mamaliga, Sarmale, Rata, Piu....la verdad es que tengo hambre, no estoy para muchas exigencias. Además, el cielo se ha ido 0cubriendo y cada vez está más gris. Esta noche podría llover.

Bucarest, por fin. Lástima que esté el día tan gris. Queda una hora y media de luz para dar una vuelta por la ciudad. Quizás tan solo tomar posiciones para la próxima vez.


Ya empezó a llover. Los trolebuses pasan a gran velocidad, algunos hacen saltar chispas en la catenaria. En pocos minutos, han caído un montón delitros de agua. Con las tiendas cerradas, las calles se vacían muy pronto de gente.


Sábado 25 de Octubre. 08:00 AM. Aeropuerto internacional Henri Coanda. Aquí acaba mi viaje relámpago por tierras Rumanas. No será el último. En el próximo, espero descubrir algún rincón más de este prometedor país.






Un hombre sale de viaje, otro es el que regresa

jueves, 23 de octubre de 2008

Sarmale


16:45 PM. Aeropuerto internacional Henri Coanda, Bucuresti -Romania. El Boeing 737 de la Tarom se acaba de posar sobre la desgastada pista después de sobrevolar, a una altura inquietantemente baja, la carretera nacional 1. Quince grados de temperatura, una brisa ligera, el cielo despejado y una piedra en el corazón.





Diez minutos más tarde, después de haber recogido el equipaje y cambiado moneda por Ley Rumanos, me dirijo al hall de los vehículos de alquiler. Una chica rubia, muy joven, me atiende en un inglés fluído, con esa musicalidad especial que les sale a los eslavos hablando inglès.


Sonrío, firmo los documentos, recojo mi llave y, con todo el equipaje, atravieso de nuevo el hall, para, después de bajar en ascensor hasta el piso 0, "Departures", me dirijo al parquing de las compañías de renting.

Inspecciono mi elección, un pequeño utilitario negro, con motor 1,2 litros y cambio manual. Todo correcto. Firmo el albarán, cargo las maletas y pregunto por la dirección adecuada: -"Perfecto, mmmm, sí. Primera rotonda, segunda salida a la derecha, Nacional 1: Ploiesti- Brasov."-



Sin problemas. Los Rumanos practican una conducción un poco agresiva y errática, pero por lo demás no creo que sea peor ni que en Milano, Madrid o Barcelona. La N1 en este tramo es una via de dos carriles para cada sentido de circulación, pero sin separación física (y sin arcenes). Además, atraviesa por el centro de los numerosos pequeños pueblos que, en realidad, han ido saliendo de la nada y formándose a lado y lado de la vía a medida que el número de casas contruídas iba aumentando.





En la provincia de Prahova, el otoño es evidente aunque no se manifieste con la intensidad y la espectacularidad que lo hace en la Transilvania. El paisaje está formado por alternancia de cultivos, la mayoría herbáceos con algunos frutales dispersos. Una ligera neblina asciende desde los campos de tierra oscura recién arados, en una sinfonía de franjas alternadas, desde el verde pálido, pasando por toda la gama de ocres, hasta llegar al marrón oscuro.




Más allá de Ploiesti, ciudad gris y con las calles llenas de baches, la carretera deja atrás la llanura y da paso a la montaña Transilvana. Mi destino, Brasov, está todavía protegido por un paso entre las montañas Bucegi, en pleno corazón de los Cárpatos, ascendiendo por el curso del río, y antes de llegar a él, debo pasar por Sinaia, una ciudad célebre como antiguo destino turístico real y por su monasterio. La verdad es que está oscureciendo, y puesto que no se exactamente a dónde voy, paso de largo casi sin ver nada más que la estación del ferrocarril, una pena no poder pararme, puesto que tenía entendido que valía la pena sentarse un rato en los andenes y sentir el ambiente de esta clásica construcción.



Así que, a toda prisa, dejo atrás Sinaia en dirección a la capital del distrito. La carretera realiza varios giros serpenteantes en un desnivel considerable, antes de encajonarse en el valle.

Casi al final, un accidente bloquea la carretera. ¡Mi gozo en un pozo! no llegaré con luz de día, que mala suerte. Esperando a que lleguen los bomberos y la Policía me entretengo leyendo alguna información: Brasov, como tal, concentra casi la mitad de la población, unos trescientos mil habitantes, siendo una de las ciudades más avanzadas del país. También cuenta con una universidad bastante activa, de forma que concentra una buena dosis del talento juvenil Rumano. Su casco històrico, amurallado, data del siglo XIV y contiene la célebre iglesia de la Vírgen María, más conocida como Biserica Neagra por el color de sus muros tras un incendio en 1689. Por fín, casi media hora más tarde, los bomberos han retirado del medio de la calzada el turismo y el pequeño camión que han colisionado. El camión no parece muy mal, pero el automóvil, un Dacia Logan (como no!) está bastante arrugado.

Llegué ya de noche, sin mapa ni GPS, con la única indicación de que el Hotel estaba junto al "Parque Central" y con la esperanza de que el luminoso se vería a una cierta distancia, crucé decidido por la avenida principal en dirección a Sibiu. ¡Bingo!, al cruzar al lado del parque descubro por encima de las copas: "ARO PALACE". ¡Lo encontré!, giro a la izquierda, rotonda y, ya estoy en frente. Tomo mi tiquet de parquing y cierro el coche.







Un bonito edificio, con un hall ámplio, este hotel. Completo el check-in, descargo mi equipaje y bajo para ir a cenar. El menú (y el aspecto) del restaurant del hotel no me convencen, así que salgo en dirección a la ciudad amurallada, buscando la célebre Piaţa Sfatului (Plaza del Consejo). Allí, haciendo caso de otro blog viajero por estas lides (http://expatriada.blogia.com/2007/121001-fin-de-semana-en-brasov.php ) entro a cenar en el Gustari, en uno de los laterales de la plaza. Es martes, poca gente, una mesa con dos parejas de Rumanos y otra con dos Franceses (o podrían ser Belgas) acompañados por una chica del país. Saludo en Inglés lo más neutro posible y me responden en Italiano. Y en el Idioma de Dante Alighieri continuo el resto de la velada.



Brasov-la-nuit alrededor de medianoche es más bién silencioso. La escasa vida se concentra alrededor de los televisores que dan los resúmenes de los partidos de la Champions League. En el Irish Pub, un grupo de ruidosos aficionados den un poco de nota en el calmado paisaje nocturno. Deambulo por la Republicci hasta dar con el callejón donde está el Uncle Jack, un café en un sótano, las escaleras del cual estan decoradas con un espejo y un retrato de Audrey Hepburn. Con un cierto carisma, me tomo mi última cerveza.





Mañana será otro día. Tal vez el aire Transilvano me levanté el ánimo. Camino del hotel, voy meditando las palabras del filósofo: "Ganar siempre es tentar la otra cara de la suerte". Pero cuando uno está a catorcemil quilómetros de su suerte, poca ganancia le veo al invento.

Hasta la próxima, viajeros!

Un hombre sale de viaje, otro es el que regresa.

domingo, 19 de octubre de 2008

Convertirme en sueño

Gira el mundo, sin descanso, viajero universal, nave de naves. Yo sigo con él, mi singladura desconocida, sin mapa, sin guía.


No importa donde esté, allí donde voy, allí estás tú, mi sueño. Llegará ese momento ansiado, perseguido, y sé que ese día, no hará faltar despertarme, por qué yo también me habré convertido en sueño.



Las luces me guiarán, inexperto nauta, en ese laberinto de regiones peligrosas, de mares de deseo, de ilusiones guardadas en tazas con zuecos. Me llevarán hasta ti.

Un hombre sale de viaje, otro es el que regresa

jueves, 2 de octubre de 2008

Respira, respira hondo.



-"Cuando uno está en un túnel, siempre piensa que hay luz en ambos extremos. Entonces, hay un punto en que a uno le parece que puede salir igual por un lado que por otro. sin embargo, la realidad es que no hay vuelta atrás. Por largo que parezca, la salida está al otro extremo de la entrada, así de simple."-





Anna Nalick - Just Breathe.mp3

-"Que jodido!, como se nota que no eres tú el que está dentro. Que fácil les parece desde fuera"-

Andaré con paso lento, pero firme, no miraré atrás hasta la salida. No sé cuanto puede durar, pero ahí está mi salida.

Volveré, volveré a esa marina para canjear una parte de mi alma que se quedó allí prendida. Ofrendas nuevas para viejas heridas. Y será más pronto que tarde..

Un hombre sale de Viaje, otro es el que regresa.

¡Saludos, pasajeros!