martes, 31 de julio de 2007

El Oráculo

Todo es confuso. Debe de ser el efecto de una subida demasiado rápida. Tal vez no respeté las tablas de descompresión.





Estaba dándole vueltas y más vueltas a oráculo de Anticlea. No prestaba demasiada atención a la carretera. De hecho, conducía de forma un poco automática. Al menos hasta pasar por debajo del radar fijo. Luego viene una recta de poco menos de un kilómetro, una buena subida y, finalmente, el descenso. Tiene un trazado perfecto, una bajada casi un kilómetro antes, un radio largo y un peralte bien equilibrado. En la parte más cerrada tiene incluso tres carriles. Y justo después de la trazada la pendiente se invierte y empeza de nuevo una subida, casi quinientos metros. Esa curva puede ser un mundo en si misma. No voy a mentiros. La única forma que respete los límites de velocidad en esa curva es que la carretera esté bloqueada o que lleve el coche lleno de gente. De noche, más de las 22:15h, y conduciciendo solo....

Ayer había luna llena. La cabeza hirviendo de cosas que dije y, sobretodo, de las que no dije. Prisionero de tus palabras, liberado por tus silencios, dijo una vez el maestro. No obstante, no me sentía liberado. Había tomado mi decisión, el viernes 3 és la fecha señalada. No hay vuelta atrás.

Llevaba alguien enganchado atrás. Un golf oscuro, azul, gris o negro, no sé muy bien. La aguja ya superaba los 150 km/h, pero se encontraba cómodo, ni aumentando la distancia, ni pretendiendo avanzar.

Apreté las manos, tensé los hombros y el cuello, era el momento. Faltaba muy poco para el final del cuentakilómetros, listos para el despegue de un momento a otro, el haz de luz del otro vehículo por detrás, a menos de 25 metros de distancia. En la mitad de la trazada apareció.

Casi no tuve tiempo de distinguir que era. Un pequeño bulto de no más de 40 cm de altura, dos puntos brillantes en la oscuridad ante mi. Noté el golpe debajo del compartimento del motor. Miré justo por el retrovisor. Lo que no hubiera hecho yo mismo lo habría completado mi perseguidor, misma trayectoria, misma velocidad.

Esta mañana, en el camino de vuelta, busque un punto para hacer el cambio de sentido y volví al lugar de los hechos. Con el doble intermitente encendido, mi chaleco reflectante sobre mi camisa color arena y mi corbata listada, caminé unos metros por el arcén. Era un zorro rojo, un raposo común. Era, más bién, lo que restaba de él.

Podeéis imaginaros la escena. En un punto de la estepa cruzada por una autovía, un tipo con pinta de ejecutivo se inclina sobre el cadaver de un zorro rojo en el arcén. Me asaltaban varias cuestiones, algunas de as cuales todavía no he resuelto. ¿Quiere alguien ayudarme?.

¿Qué hace que dos seres tan dispares, que nunca habían coincidido antes, sellen un vínculo entre ellos a través de la muerte?

¿Si las circunstancias hubieran sido las inversas, ese zorro hubiera sentido curiosidad para inspeccionar los restos de un vehículo automotor desintegrados en una de las "mejores" curvas de toda la autovía?

El oráculo sigue gritando: ¡Vive ahora!!.¿Significa eso pisar el acelerador sin mirar atras?. ¿A cuantos hemos deslumbrado con nuestos faros en el afán de ir más allá, más rápido, por encima de todo?

¡Vive ahora!!, Sigue resonando en mi cerebro. ¿Como puede ser que alguien con ocho décadas encima, referente y guía, siempre en la línea, siempre sacrificando, siempre en renuncia contínua, pueda gritarme este oráculo desde un lecho de hospital?. ¿Qué es "Vive ahora", significa que todo lo andado no es suficiente?.

Nico escribió que ya no esperaría los grandes sueños, Aiguamel escribió que cada día debería de ser una gran ocasión. Lo cierto es que puede que haya un mal paso aguardando en la siguiente curva de la autovía, pero renunciar a mis grandes sueños...y cada mañana me digo: "hagámos que merezca la pena ser recordado este día" .




He esperado en vano el espíritu el zorro. El sol se plantaba ya en lo alto del cielo, en un día duro, que promete más de 30ºC. De cuclillas, musité Omni mani padme hum!, tres veces, tome un puñado de arena del arcén, mezclada con sangre ya seca del animal, lo tiré al aire en frente de mí. Una ráfaga suave lo llevó más allá de una mata de amapolas secas que balanceaban sus testas coronadas junto al guardaraíl. Me levanté, mirando al sur. ¿Donde se esconden mis respuestas?


Mi viaje nunca acaba...