domingo, 28 de octubre de 2007

Atardecer en Porto

A primera hora de la tarde, cuando la tensión del trabajo ya decaía, me entró la nostálgia. Mi vuelo estaba previsto a última hora de la tarde en Matosinhos (POR), así que me quedaban unas cuantas horas todavía. Sentía necesidad de aire libre, de crepúsculo....


Decidí perderme por la ribera norte del Douro hasta llegar a la desembocadura. Subiendo por la IP1, entre Oliveira y Porto, crucé "O ponte do Freixo" y tomé la primera salida en dirección a la Marina do Freixo. Aparqué justo debajo del puente, encima de la acera sin pavimentar.
Me senté unos minutos en el muro que protege la Avenida Paiva Couceiro, viendo como dos navegantes aparejaban una motora de unos ocho metros. Junto a una de las columnas del puente, dos jubilados en una zodiac charlaban y compartían una cerveza mientras tiraban las cañas.
Un caminante paso junto a mi lado, "Boã tarda" y paso ligero, sin detenerse a más.

Seguí con el coche río abajo, un quilómetro o poco más, para admirar otros dos puentes ferroviarios: Ponte de María Pia (Nada menos que de G.Eiffel) y su sustituto O Ponte de S. Joao, esbelta figura de E.Cardoso inaugurado en 1991. Después de la foto de rigor, sigo todavía con el coche un poco más para poder admirar de cerca mi preferido: Ponte Dom Luís I, que data de 1886, con una cuerda de más de 172 metros y una altura de poco más de 46 metros.




Desde aquí puedo oler ya el "Cais da Ribeira" mi próxima parada. Remonto hasta la Praça do Infante D. Henrique, donde dejo el coche en el parquing subterráneo. Me dejo la corbata dentro y me desabrocho del boton del cuello. Así, de esta guisa, bajo por la Rua de Reboleira, a buscar el río, entre callejuelas adoquinadas, silencio.
Me siento unos minutos en el balcón del Cais (cima do muro) , viendo los turistas ingleses pasar en dirección a las barcas que hacen la visita a al Douro. Al otro extremo, seis jóvenes se montan un "Botellón".





Debajo del muro, tres jubilados comentan que ese año lascosas no han ido bién con el turismo, que no hay alegría. Levanto la vista a las fachadas del frente fluvial. Estoy de acuerdo, les falta alegría, "contos", ropa en los balcones, flores.... Desde a Praça da Ribeira, me pierdo un instante por la Rua da Lada, buscando quién sabe que, me falta su presencia conmigo, su sonrisa pícara, sus ojos de fuego... sigo adelante al llegar al extremo de la calle, hasta desembocar en o Terreiro, dos o tres imágenes más.

Curioseando por los rincones, encuentro dos señoras sentadas en un portal. Visten sendas batas azul-blanco, una de ellas listada y la otra me recuera un patrón de cerámica. Apoyadas en las sillas de rafia de plástico, me miran curiosas y comentan la jugada. Unos metros más adelante, una anciana enjuta maniobra en medio de la calle, de fuerte pendiente. Mide poco más de metroy medio, viste una bata tambien azul y calza unas alprgatas agujereadas el pulgar. Sus manos fibrosas y arrugadas sujetan una bolsa de ráfia de plástico, multicolor. A punto de topar con ella, se gira y levanta la vista. -"Disculpa là rapaz"-.


Atino a engranar: -"Não acontecea nada avó"-. Demasiado tarde. La abuela me ametralla con seis o siete frases a toda velocidad, en un tono agudo, deliciosamente musical. Viendo mi cara absoluta de pasmo, suelta una sonrisita y me coge del brazo, tirando para arriba. Le tomo la bolsa con la mano libre. Se ríe y salmodia en voz baja sobre la vejez o algo así.
A media subida miro atrás. Las dos mujeres se ríen a pierna suelta. Yo les correspondo con una media carcajada. La figura tiene por lo menos de pintoresca: Una abuela enjuta con las alpargatas agujereadas del brazo de un tipo, metro ochenta y tres, 210 libras, camisa blanca y traje gris. casi al final dela subida, recostado en otro portal, un chow-chow mira con cara de aburrido. Pasamos junto a una lona que cubre un andamio. En la esquina, giramos a la derecha, frente a la puerta de una iglesia. Me da una palmadita en el brazo, recupera su bolsa y, a pequeños pasitos se mete dentro. Miro la losa que hace de escalón de entrada: São Niculau. Me pongo las manos en los bolsillos mientas sonrio, mirando al monumento del Infante D.Henrique. ¡Qué cosas me pasan!.

Dos policias me observan al otro lado de la calle. Supongo que han visto la escena, casi completa. Cruzo en dirección al aparcamiento. El sol está bajando. La Foz no queda lejos, no me gustaría perderme el ocaso en el atlántico.




El mar golpea suavemente las rocas, con un murmullo que invitar a permanecer callado. Unos pocos turistas en la pérgola, unos pocos locales abajo, en las rocas, con la caña parada.
Siento el viento suave en la cara. Respiro hondo. En unas pocas horas mi pájaro alado me llevará de nuevo ante la mensajera. Besaré sus labios con fuerza, buscaré su cuerpo febril, vibrante entre mis dedos, teclearé sus notas hasta colmar mis oídos de su música, de sus suspiros. Pero ahora solo siento el sol que se oculta en el horizonte y el cantar de las mareas vivas.

Será por la luz, será por mi mano que tiembla, algunas fotos no salieron suficientemnte bien. Me asomé al mundo y le tomé prestadas algunas a Francisco Oliveira ( http://portonorte.blogspot.com/).
Recomiendo la visita.
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Mi viaje nunca acaba...